Los Vientos

Los vientos purifican la ansiedad del mundo. Se mueven en la dimensión de los horizontes. Son azules como los espejismos del cielo y asumen el verde palpitar de las altas montañas, recorren con sus dedos ingrávidos la piel de los grandes océanos, se disfrazan de nieblas y de espumas y se asoman al corazón de los hombres navegando en el tranquilo fluir de sus arterias. Se alimentan de este modo de su principio generador de energía, es decir, los sueños humanos.

En realidad los vientos son los sueños de los hombres que recorren el dilatado espacio de la vida adentrándose en la geografía de los heroísmos y de las soledades, de las terribles cobardías y de la profundidad del amor y en sus largos recorridos por tierras inhóspitas se alumbran sobre todo con la luz de la esperanza sorteando los pétalos desgarrados de las estrellas.

Desde la atalaya de mi palacio de los vientos se puede observar el bien y el mal, la alegría de vivir y el dolor del universo. En realidad en lo alto de mi palacio ondea siempre una bandera blanca que en el fondo no deja de ser un punto de referencia para los pájaros y para los hombres.

Y de todo esto vamos a conversar en este blog.

24 de abril de 2012

Las gotas de sangre de Cristiano Ronaldo

Una luz tapizada de luna se abría camino por las grietas del cielo. En ese momento Cristiano Ronaldo soñaba que era un mamífero carnívoro, un león por más señas, macho por más señas y con melena de oro. Fue a meter un gol impetuoso y el balón realizó una geometría de obús. El portero lo paró y el estadio estalló en ensordecedores aplausos. Entonces fue cuando dio aquel salto que sorprendió a todos y le clavó con limpieza los dientes en la garganta. Se despertó sobresaltado. Sobre su pijama azul había una gota de sangre que había resbalado de su boca.

1 comentario:

  1. Una luz tapizada de luna se abría camino por las grietas del cielo. Lionel Messi soñaba que era una pulga, pequeña pero incordiante. Una fuerte determinación se reflejaba en su cara de niño, que la hormona de crecimiento nunca había conseguido cambiar. El momento era suyo, nadie le iba a discutir el lanzamiento de ese penalti. Vio como el balón se estrellaba en el larguero. El Nou Camp se transformó en una jaula, con un inmenso silencio que lo ahogaba. Escondió la cabeza en la camiseta. Ya no era una pulga, era una avestruz a la que tres balones de oro consecutivos habían pesado demasiado. Se despertó sobresaltado. Alguien gritaba "¡mamá!" con todas sus fuerzas. Era él.

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