Los Vientos

Los vientos purifican la ansiedad del mundo. Se mueven en la dimensión de los horizontes. Son azules como los espejismos del cielo y asumen el verde palpitar de las altas montañas, recorren con sus dedos ingrávidos la piel de los grandes océanos, se disfrazan de nieblas y de espumas y se asoman al corazón de los hombres navegando en el tranquilo fluir de sus arterias. Se alimentan de este modo de su principio generador de energía, es decir, los sueños humanos.

En realidad los vientos son los sueños de los hombres que recorren el dilatado espacio de la vida adentrándose en la geografía de los heroísmos y de las soledades, de las terribles cobardías y de la profundidad del amor y en sus largos recorridos por tierras inhóspitas se alumbran sobre todo con la luz de la esperanza sorteando los pétalos desgarrados de las estrellas.

Desde la atalaya de mi palacio de los vientos se puede observar el bien y el mal, la alegría de vivir y el dolor del universo. En realidad en lo alto de mi palacio ondea siempre una bandera blanca que en el fondo no deja de ser un punto de referencia para los pájaros y para los hombres.

Y de todo esto vamos a conversar en este blog.

24 de marzo de 2011

Dragones en el corazón


          El mundo se encuentra lleno de dragones. Se arrastran por los laberintos de las callejuelas de las grandes ciudades, se vuelven traslúcidos como el aire, se acomodan entre las chimeneas de los vientos y llegan a sentarse sin ningún pudor entre las bancadas del Congreso. Son dragones feroces que sólo piensan en devorar los sueños de los hombres, se alimentan de terribles despojos, de inicuas hipotecas y de ERES humillantes. Son sombras poderosas que se transmutan en diputados complacientes, en jueces que ni ven, ni oyen, desnudos como amebas ante la luz del sol.

 
          Roland Joffé al que creíamos ya desaparecido en las noches del olvido después de haber cumplido su misión y de haber escuchado atentamente los gritos jadeantes del silencio, resulta que ha resucitado dirigiendo una película magistral que lleva por título "Encontrarás dragones", o bien "There be dragons", titulo destinado al mundo mundial. En un interesante coloquio que mantuvo con los lectores de El Mundo digital explicó como habían venido al mundo esas monstruosas criaturas engendradas en la íntima complejidad de su pensamiento. En la Edad Media, en aquella emocionante cartografía que nos situaba en los límites del conocimiento, cuando sus autores se encontraban con territorios desconocidos y por lo tanto terribles, consignaban: "Aquí hay dragones". Representaban la escenificación del misterio.

          Las pequeñas criaturas de dragones se asoman a la dimensión del universo entre la cálida urdimbre de nuestro propio corazón. Y crecen, crecen y crecen en un desajuste doméstico que nos hace vacilar y que Joffé los asemeja a los propios miedos, a los complejos de inferioridad que nos paralizan, a la esclavitud del instinto del poder o a las constantes cadenas con las que hay que luchar con denuedo para poder adquirir el vuelo de la libertad. En esta película se describe la fuerza de la luz y la atracción de las sombras en un paralelismo vital donde dos personajes se asoman al vértigo  del mundo. Escrivá de Balaguer en la fuerza deslumbrante de la llamada de Dios para fundar el Opus Dei, un punto de encuentro con la eternidad en el trabajo de cada día. Manolo Torres en el abismo de traiciones que configuran el escenario de una brutal confontración civil.


           Y entre tantos vaivenes la reconfortante presencia del amor sobre la dimensión de la muerte. La vida misma. Nadie vive solo. Nadie se salva ni se condena solo en un ejercicio de inhumana soledad. Joffé se basa en una expresión del poeta inglés John Donne: "Ningún hombre es una isla, algo completo en sí mismo. Todo hombre es un fragmento del continente, una parte del conjunto". Por eso considera "que es necesario representar a las personas en su contexto y el contexto suelen ser otras personas. Podríamos llamarlo geografía personal en lugar de geografía física". Curiosamente los lectores se interesan por una misma idea expresada en distintos planteamientos. Después de sus investigaciones, ¿qué le llama la atención de aquel jovencísimo personaje que después llegaría a ser santo? "Sobre todo su sentido del humor, su amor por la vida, su amor por la gente".


          Mientras tanto los dragones continúan recorriendo el mundo, se vuelven luces de colores, fuegos artificiales sobre los cielos oscuros como definía Gadafi a la gran fiesta de los misiles. Y quizá algunos niños libios, absortos y maravillados por aquel espectáculo de dibujos animados no puedan comprender por qué han dejado de  respirar mientras escuchan con asombro los sollozos de sus padres. No saben que son los protagonistas infantiles de una hermosa misión humanitaria que encabezó un día Zapatero con una bandera donde se podía leer: "¡No a la guerra!". Tampoco saben que los dragones llevan corbata y que algunos de ellos tienen los ojos tan claros como las nubes.

17 de marzo de 2011

El Palacio de los Vientos


Críticas Literarias

“Una interesante novela llena de sorpresas y hallazgos literarios. Brillantemente escrita, además”

Luis María ANSON, de la Real Academia Española

“El Palacio de los Vientos logra captar, a través de personajes memorables y nada convencionales, la aventura prodigiosa de la existencia. Una grata sorpresa que a ningún lector exigente defraudará”

Juan Manuel DE PRADA

“Narradora de raza, tiene la virtud de embaucar desde el primer capítulo”

Antonio BERNABÉU

“Se puede hablar de la fuerza primordial del mito. El resultado es un estallido verbal donde se encuentran imágenes de deslumbrante belleza. La plenitud en la narración viene determinada por los personajes y la intensa descripción que se hace de cada uno de ellos”

Juan Ángel JURISTO

“Allí donde da vuelta el aire de los recuerdos, allá lejos donde alguna vez habitó el olvido, allá en el “Palacio de los Vientos” ha situado RME, un territorio mítico y macondiano (con menos lluvia, eso sí) donde la periodista de raza que fue RME mueve los muchos hilos de una saga familiar malherida por la incomunicación y la soledad a la que al final redimirá el amor. El P. de los V. es un bullicioso torrente de imágenes, de emociones, de prosa desbordante”

Manuel de LA FUENTE