Los Vientos

Los vientos purifican la ansiedad del mundo. Se mueven en la dimensión de los horizontes. Son azules como los espejismos del cielo y asumen el verde palpitar de las altas montañas, recorren con sus dedos ingrávidos la piel de los grandes océanos, se disfrazan de nieblas y de espumas y se asoman al corazón de los hombres navegando en el tranquilo fluir de sus arterias. Se alimentan de este modo de su principio generador de energía, es decir, los sueños humanos.

En realidad los vientos son los sueños de los hombres que recorren el dilatado espacio de la vida adentrándose en la geografía de los heroísmos y de las soledades, de las terribles cobardías y de la profundidad del amor y en sus largos recorridos por tierras inhóspitas se alumbran sobre todo con la luz de la esperanza sorteando los pétalos desgarrados de las estrellas.

Desde la atalaya de mi palacio de los vientos se puede observar el bien y el mal, la alegría de vivir y el dolor del universo. En realidad en lo alto de mi palacio ondea siempre una bandera blanca que en el fondo no deja de ser un punto de referencia para los pájaros y para los hombres.

Y de todo esto vamos a conversar en este blog.

14 de mayo de 2012

LOS INDIGNADOS TRISTES


          Los indignados no se lo podían creer ¡No! Se habían fumado algunos porros de más ¡pero aquello! ¡aquello! Debía de tratarse de alguna alucinación óptica colectiva. Un muchacho llevaba a la espalda un cartel en el que proclamaba su condición de indignado y triste. Se acabaron aquellos días de vino y rosas, de sueños, de delirios, de primavera, aquellos días en que nos recordaban que debajo del asfalto se encontraba el mar, un mar limpio que navegaba al ritmo de las rumbas, de las salsas, de los tangos de las olas, un mar con vaivén de espumas firmemente enamorado de las gaviotas.

           Este indignado joven y triste observó con estupor que otro compañero indignado se levantaba y se subía a un cajón que servía de estrado, las rastas al viento orientadas como flechas a los cuatro puntos cardinales. Cuando empezó a hablar casi sufre un ataque de apoplejía. Comenzó a escuchar que el futuro nos pertenecía, que el futuro era nuestro, que nos querían arrebatar el futuro y precisamente el futuro era el mayor tesoro que nos había tocado en suerte, pero no… pero no pudo seguir hablando. Su barba desaparece, sus rastas se difuminan, se redondea su pálida cara, se redondea su cuerpo, sus ojos negros como carbones empiezan a ser azules. ¡No! El indignado triste se desmaya. Delante de él se encuentra Angela Merkel, los otros indignados llevan corbata y tienen cara de funcionarios del Fondo Monetario Internacional. ¡No! El indignado triste se desploma. Al despertar comprueba con horror que su mochila se ha transformado en un maletín y que en lugar de vaqueros lleva encima un traje de marca. Mira preocupado el reloj. Tiene una reunión de trabajo con los altos directivos de Bankia. Mientras se aleja comprueba como un indignado calvo y ya bien entrado en años sube al mismo cajón. Empieza a dar gritos comunicando a todos los presentes que los políticos se han comido nuestro pasado, nuestra larga vida de honrado trabajo. Incluso se han atrevido a nacionalizarnos la matriz y como se sabe sin matriz no se va a ninguna parte ni se puede engendrar nuevas existencias de honrados trabajadores. El joven auditor europeo palidece. Al indignado anciano le empieza a salir el pelo y de sus propios zapatos que parecen unidos a sus pies surgen unos pequeños tacones. ¡Es Angela Merkel de nuevo!

          El cielo de Madrid se cubre de gaviotas. Están desorientadas. Todas buscan el mar bajo el asfalto, las olas, el amor. Se han equivocado de rumbo, de país y posiblemente de eurozona.

2 de mayo de 2012

A PEP GUARDIOLA LE HA ATACADO UN VAMPIRO


Unas lluvias atroces recorren todas las ciudades de España provocando atroces desconciertos. Los cuervos vuelan como aviones perdidos en la niebla convirtiendo las sombras en caminos. Es el momento en que Pep Guardiola lanza un grito de horror mientras en el Camp Nou estalla un trueno que parece una bomba. Es el momento en que Pep Guardiola se palpa el pecho y se da cuenta de que no tiene corazón. Es un corazón de cristal. Sin latidos. Como de hielo. Se da cuenta de que se ha quedado vacío. No tiene nada dentro. Ni estómago, ni riñones, ni sentimientos, ni ilusiones. Nada. Sólo conserva un gran cráter enmarcado en la dimensión de las arterias. Ya no es. Era.

Los españoles tampoco tenemos nada dentro. Ni dentro ni fuera. Podríamos salir a las calles con una gran pancarta en la que se leyera: “Todos somos Pep Guardiola”. Estamos vacíos, como él. Sin proyectos, como él. Sometidos al delirio de un forzoso año sabático. Incluso a Ronaldo le resbalan unas gotas de sangre en su pijama azul. Todo es muy sospechoso y se teme lo peor. Hay  una serie de  vampiros sueltos, vampiros que sobrevuelan las autonomías de España. Ya se han llevado nuestros bolsillos, se han alimentado con nuestras vísceras, nuestros sueños y nuestro dolor.

No cabe duda. El ejército de vampiros que nos han rodeado a lo largo de estos últimos años no quieren perder su poder. Y atacan de nuevo.