Los Vientos

Los vientos purifican la ansiedad del mundo. Se mueven en la dimensión de los horizontes. Son azules como los espejismos del cielo y asumen el verde palpitar de las altas montañas, recorren con sus dedos ingrávidos la piel de los grandes océanos, se disfrazan de nieblas y de espumas y se asoman al corazón de los hombres navegando en el tranquilo fluir de sus arterias. Se alimentan de este modo de su principio generador de energía, es decir, los sueños humanos.

En realidad los vientos son los sueños de los hombres que recorren el dilatado espacio de la vida adentrándose en la geografía de los heroísmos y de las soledades, de las terribles cobardías y de la profundidad del amor y en sus largos recorridos por tierras inhóspitas se alumbran sobre todo con la luz de la esperanza sorteando los pétalos desgarrados de las estrellas.

Desde la atalaya de mi palacio de los vientos se puede observar el bien y el mal, la alegría de vivir y el dolor del universo. En realidad en lo alto de mi palacio ondea siempre una bandera blanca que en el fondo no deja de ser un punto de referencia para los pájaros y para los hombres.

Y de todo esto vamos a conversar en este blog.

10 de abril de 2011

La revolución de las camisetas

No puedo respirar. Tengo arritmia. Me encierro en mi palacio color de rosa (véase su hermosa disposición arquitectónica en Jaipur, India) y cubro las celosías con un papel adhesivo del color de la bienvenida, es decir, del color del chicle, lo que proporciona a mi alrededor una atmósfera bastante friki. Bastante entrañable.
        
Es decir, ya no penetra ni por un resquicio el aire universal, el aire completamente contaminado por la corrupción que nos envuelve y que se pasea tranquilamente por el norte y por el sur de la península ibérica hasta posarse con soltura de buitre en lo alto de la cresta de la Junta de Andalucía o bajo el sol mediterráneo de los cielos de Valencia. Ahora sólo recorren mi vida los vientos purificadores que nacen y mueren entre las sombras del corazón. La existencia continúa su ritmo con algunos latidos de esperanza.

¿Qué fue de aquella España conquistadora donde al sol le costaba recorrer las largas extensiones de sus dominios y llegaba sudando al límite de sus tierras buscando con desesperación el resplandor de la luna? Si alguien no lo remedia y no parece que haya muchos voluntarios, ni muchas entidades financieras dispuestas a inmolarse por el bien del país (véase el ejemplo de generosidad que han proporcionado al mundo los ciudadanos japoneses abrazados a su propia tragedia. Me consta que varios altos directivos que trabajaban en empresas multinacionales han renunciado a sus bien remunerados puestos y han regresado con sus familias a Japón para contribuir a la reconstrucción de las heridas del alma). Si alguien no lo remedia, y desde luego no va a ser la ministra Salgado que se pasea con su dorado resplandor entre las más negras pesadillas de nuestros sueños mientras nos anuncia con su risita nerviosa las desgarradoras tragedias que produce el paro, tendremos que ser rescatados después de precipitarnos en caída libre por uno de esos acantilados, eso sí, bellísimos y abruptos, como los que prefiguran la Costa da Morte.

¿Qué fue de aquella España protagonista del Siglo de Oro que asombró al mundo por su riqueza cultural, por la calidad de su literatura, por la proyección de su humanidad, por el despejado horizonte que se alimentaba de la riqueza de su propio espíritu? En esa aldea torva y mediática en que nos hemos transformado triunfa el cínico espectáculo  que todos hemos contribuido a crear, de manera especial nuestros políticos, desarrollando la parte más soez e inhumana de nuestra sociedad. Las colas para ver la película de Torrente dan la vuelta a las manzanas, la Belén Esteban enarbola la bandera de la indignidad y hasta Paquirrín llegará a ser alcalde cualquier día de estos.

La torpeza de nuestra clase política resulta inviable y la de los ciudadanos también, aunque de vez en cuando se puede contemplar a gente embutida en una camiseta que refleja sobre la columna vertebral de las abdominales su propia situación anímica de tal modo que anuncia al mundo: “¡Yo no voté a Zapatero!”. Se trata de una especie de catarsis, un salto mortal hacia un nuevo universo mientras que algún que otro ciudadano se apunta con otro modelo de camiseta hacia “la rebelión cívica” en un intento desesperado de indignación a la española en la línea del gran fenómeno editorial “Indignaos” escrito por Stéphane Hessel, judío alemán nacionalizado francés, que ha vendido un millón de ejemplares mientras sacudía con la violencia arrolladora de sus argumentos el pequeño espacio de un millón de conciencias.

También España vive sufriendo un violento acceso de cólera cuyo estallido puede resultar imprevisible. La degradación económica es una hecho pero todavía resulta más grave la degradación moral, la degradación ética, la degradación estética, la degradación humana del ser humano.

Ayer me encontré en Madrid recorriendo la acera de los Nuevos Ministerios una “manifestación de los ninis”, jóvenes con las carreras recién terminadas que ni tienen trabajo, ni tienen casa, ni tienen sueños, ni tienen amor. Llevaban al hombro pancartas que parecían desgarrar sus jóvenes corazones. No eran como los muchachitos del 68 que reivindicaban ensueños de libertad. En sus camisetas sólo pedían trabajo, sin importarles ni sueldos ni horarios. Igual que los torerillos espontáneos que buscaban regar el albero con su propia sangre, también nuestros jóvenes tan sólo piden que se les conceda una oportunidad para poder demostrar que saben enfrentarse a ese toro cetrino de la vida. Son las víctimas inmediatas de nuestros torpes políticos

Mientras tanto ellos se pelean para poder conservar sus bien ganados privilegios viajando en business. Cada eurodiputado se gasta en un viaje vip 1.512 euros ¡Con la que está cayendo! Sólo cuatro de ellos votaron en contra de esta medida, aunque Rosa Estarás del PP de Baleares anunció que se había tratado de una confusión. No, ella no había querido votar que no, había querido votar que sí, pero ¡ay! se había confundido. Añadió muy compungida que sus compañeros de partido le habían llamado “esquirol” (véase lo que les puede suceder a los compañeros de partido cuando se entere la Aído que no le han llamado “esquirola”, término justo dada su condición femenina).

Al mismo tiempo  David Cameron viaja a Granada en una visita privada para celebrar el cuarenta cumpleaños de su esposa. Por supuesto en un vuelo de bajo coste, en Ryanair, es decir, como cualquiera. Se alojaron en el Carmen de la Alcubilla del Caracol, con tres estrellas en la solapa que pagó Cameron de su bolsillo, situado a diez minutos andando hasta la Alhambra, con la sombra de Sierra Nevada persiguiéndoles por las callejuelas. En el propio hotel les recomendaron visitar  el municipio de Güejar Sierra. Allí tomaron dos cafés, dos euros, y les invitaron a probar un dulce tradicional por haber llegado a tiempo a la semana cultural del pueblo. Después comieron en un merendero y cenaron  en el Albaicín. Preguntaron cortésmente si tenían una mesa disponible en el restaurante y ellos mismos se llevaron sus copas de vino. La cuenta no llegó a los cincuenta euros. El dueño todavía no se lo cree, como explica en El Mundo.  “Parece una tontería pero con los políticos locales estamos acostumbrados al mando y servicio. Llegan, ocupan la mejor mesa y hay que corregirlos discretamente porque la secretaria les había reservado otra. Ellos llegaron y preguntaron si había sitio. Es un poco triste que llame la atención”. En fin, una alegra y plácida velada y una inolvidable lección de sobriedad.

Claro que también nos enteramos ese mismo día de que Chaves presentó a su hijo a un inmobiliario que le contrató y que Camps impone al PP unas listas con nueve implicados por corrupción. Una delicia.

Y en Madrid un sol incandescente como una llamarada se suma a la manifestación de las Victimas del Terrorismo. Millares de personas, millares de esperanzas que piden a gritos el final de las treguas trampa. Hay muchas fotos de jóvenes caídos por los fogonazos de las balas que nos contemplan detrás de sus sonrisas con miradas radiantes de eternidad. Bastantes caras conocidas con vaqueros y camisas de cuadros y Rajoy, como siempre, perdido en combate. Los gritos más repetidos Za-pa-te-ro-di-mi-sión y Ru-bal-ca-ba-a-pri-sión se vuelven una amarga sinfonía. ¡No más mentiras! gritan las conciencias. Alguien recuerda que en el caso Watergate, en el impeachment, aquel célebre proceso tan cinematográfico contra Nixon, el presidente tuvo que hacer las maletas y salir por la puerta de atrás de la Casa Blanca. La razón fue que había mentido al pueblo soberano.

Somos nosotros ahora, deslumbrados por esa terrible luz que nos envuelve, conmovidos por tantas risueñas miradas que nos contemplan bajo la tierra de nuestra memoria, somos nosotros ese pueblo soberano que busca recuperar su propia dignidad. Walt Whitman desde la profundidad de su “Canto a mí mismo”, canta…”Miro hacia atrás/ y me veo en la niebla discutiendo con satíricos y sofistas / Pero yo no he venido a disputar ni a escarnecer / Estoy aquí observando y…¡espero!”. Siempre la esperanza como una luna abierta hacia un futuro que puede ser nuestro. Todavía hay remedio.

3 comentarios:

  1. Pero yo no he venido a disputar ni a escarnecer / NI Estoy aquí observando PERO (y)…¡espero!”.

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  2. Maravillosamente bien expresado. Somos un pueblo extraño: sabemos criticar, destacar los errores, pero no apoyamos el hombro para construir. Esperamos que lo haga otro..... alguien, sin saber quien.

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  3. Francamente bueno.... ¡Gran cronista!

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