Ana María Matute posee esa “hondura de infancia” que los especialistas aplicaban a García Lorca y que constituye un atributo de los grandes creadores. El Premio Cervantes se lo tenían que haber concedido hace muchos años pero los jurados no dejan de ser terribles adultos que saben muy poco de la vida y más vale tarde que nunca. Por eso ella llegó al acto con mucha anticipación y al preguntarle los periodistas, sorprendidos por su puntualidad, explicó con su maravilloso ingenio de niña: “He venido pronto porque si vengo más tarde a lo mejor le dan el premio a otro”.
En donde trataré de ofrecer una nueva visión del mundo a través de vivencias y experiencias periodísticas, viajes y entrevistas, desde la perspectiva de la creación artística y a través de la luz de la belleza.
Los Vientos
Los vientos purifican la ansiedad del mundo. Se mueven en la dimensión de los horizontes. Son azules como los espejismos del cielo y asumen el verde palpitar de las altas montañas, recorren con sus dedos ingrávidos la piel de los grandes océanos, se disfrazan de nieblas y de espumas y se asoman al corazón de los hombres navegando en el tranquilo fluir de sus arterias. Se alimentan de este modo de su principio generador de energía, es decir, los sueños humanos.
En realidad los vientos son los sueños de los hombres que recorren el dilatado espacio de la vida adentrándose en la geografía de los heroísmos y de las soledades, de las terribles cobardías y de la profundidad del amor y en sus largos recorridos por tierras inhóspitas se alumbran sobre todo con la luz de la esperanza sorteando los pétalos desgarrados de las estrellas.
Desde la atalaya de mi palacio de los vientos se puede observar el bien y el mal, la alegría de vivir y el dolor del universo. En realidad en lo alto de mi palacio ondea siempre una bandera blanca que en el fondo no deja de ser un punto de referencia para los pájaros y para los hombres.
Y de todo esto vamos a conversar en este blog.
28 de abril de 2011
Y Cervantes, ¡al fin!, recuperó su infancia
Ana María Matute posee esa “hondura de infancia” que los especialistas aplicaban a García Lorca y que constituye un atributo de los grandes creadores. El Premio Cervantes se lo tenían que haber concedido hace muchos años pero los jurados no dejan de ser terribles adultos que saben muy poco de la vida y más vale tarde que nunca. Por eso ella llegó al acto con mucha anticipación y al preguntarle los periodistas, sorprendidos por su puntualidad, explicó con su maravilloso ingenio de niña: “He venido pronto porque si vengo más tarde a lo mejor le dan el premio a otro”.
Hola. He llegado a leer su blog, por casualidad. Estoy de acuerdo en que...más vale tarde que nunca. En las palabras de Ana María Matute suele reflejarse siempre su gran personalidad y enorme corazón. Felicidades para ella por el merecido premio. Un saludo.
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